Según lo que se ha podido saber, Nora el-Bathy era hasta hace muy poco una joven francesa de apenas 15 años que quería estudiar Medicina. Una de sus fotos la muestra con unos jeans y unas zapatillas, con gesto alegre bajo las cuatro patas de hierro de la Torre Eiffel.
Pero resulta que había otra Nora que se estaba gestando en silencio y en la compleja red de “compañeros de lucha” de su segunda cuenta de Facebook.
Cuando Nora fingió que partía a la escuela, en su natal Avignon, en realidad lo que estaba haciendo era retirar 550 euros de sus ahorros y tomar el tren con destino a París. De ahí viajaría a Estambul, y luego, supone la familia, se trasladaría hasta la frontera con Siria.
Nora estaba engrosando la creciente lista de mujeres y niñas que escapan de sus hogares en Occidente para unirse a las tropas del Estado Islámico (EI) que dominan una enorme franja de arena y algunas ciudades de Siria e Irak.
Devastada, su familia –musulmana practicante, aunque no ortodoxa—se pregunta por qué les ha ocurrido. Su hermano Fouad, exsoldado francés, tras mucho averiguar con sus amigos del colegio, constató por sí mismo que Nora se pronunciaba en favor de ayudar a los heridos en Siria, que conversaba largamente con sus “hermanas” y que a todas luces había hecho contacto con reclutadores islámicos anclados en la capital francesa.
Este es tan solo un botón de muestra de la incorporación a cuentagotas de mujeres al movimiento integrista que ha proclamado una guerra sin cuartel a los símbolos y los ciudadanos occidentales.
De acuerdo con un extenso reporte aparecido en el diario británico The Guardian, este fenómeno ya ha hecho que salten las alarmas de los investigadores antiterroristas que le están dando seguimiento a la instauración y expansión del califato islámico en el Medio Oriente.
Estimados de varios centros de inteligencia consideran que un 10% de los yihadistas que atraviesan la frontera de Turquía son mujeres provenientes de Europa, EEUU y Australia; siendo casi todas de edad adulta, aunque no avanzada, con alarmantes casos de adolescentes entre los 14 y los 15 años.
Se ha sabido de casos en los que la mujer alberga la fantasía perversa de convertirse en la viuda de un mártir de Alá, un estatus que comporta mucho valor según el código del yihadismo, de acuerdo con uno de los expertos consultados por The Guardian, Louis Caprioli, ex jefe de seguridad francesa Direction de la Surveillance du Territoire.
Por su parte, investigadores del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización del Kings College de Londres enmarcan las edad de los reclutados de ambos sexos entre los 16 y los 24 años, muchos de ellos graduados universitarios.
La gran mayoría de estos recién llegados y recién convertidos han ido instalándose en la ciudad de Raqqa o Ar-Raqqah, al norte de Siria, considerada la capital del movimiento EI.
De acuerdo con Mia Blomm, profesora de la Universidad de Massachussetts y autora del libro “Bombshell: Women and Terrorism”, esta campaña de reclutamiento les ha pintado la vida en el califato a las jóvenes “como un cuadro de Disney”, mientras la realidad ya va arrojando un resultado diferente.