PUERTO PRÍNCIPE. El depuesto dictador haitiano Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier murió el sábado de un ataque al corazón, terminando una dinastía política trístemente célebre por su corrupción y abusos a los derechos humanos en el país más pobre del hemisferio.
La muerte de Duvalier, de 63 años, fue confirmada por su abogado, Reynold Georges.
Duvalier heredó el poder de manos de su padre cuando tenía 19 años en 1971, pero huyó al exilio en 1986 tras un alzamiento popular que puso fin a 28 años de gobierno de una dinastía padre e hijo.
Luego de vivir 25 años de exilio en Francia, Duvalier regresó a su empobrecido país caribeño en enero del 2011 y estuvo brevemente detenido bajo cargos de corrupción, robo y apropiación indebida de fondos.
Un tribunal haitiano falló en febrero que Duvalier podría ser acusado de crímenes contra la humanidad bajo la ley internacional, y que también podría ser responsabilizado por los abusos cometidos por el Ejército y fuerzas paramilitares durante su mando.
Duvalier rechazó cualquier responsabilidad por los abusos cometidos mientras lideró al país.
Es una “vergüenza” que Duvalier muriera antes de que fuese sometido a juicio, dijo Reed Brody, de la organización Human Right Watch con sede en Nueva York, quien ayudó a las víctimas del dictador a armar un caso criminal.
“La muerte de Duvalier priva a los haitianos de lo que podría haber sido el juicio de derechos humanos más importante en la historia del país”, agregó.
Bajo el mando de Duvalier, “cientos de prisioneros políticos detenidos en una red de cárceles murieron debido a maltratos o fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales”, dijo Brody.
“El Gobierno de Duvalier reiteradamente cerró diarios y estaciones de radio independientes. Los periodistas eran golpeados, en algunos casos torturados, encarcelados y obligados a salir del país”, agregó.
Mientras el autoproclamado “presidente vitalicio” estuvo en el cargo, el corpulento dictador se convirtió en un ejemplo de desgobierno, ignorando la pobreza y analfabetismo de los haitianos, mientras su familia y amigos gozaban de un estilo de vida lujoso.
Duvalier dependía del terror para mantener a la gente bajo control, siguiendo el estilo de su padre Francois “Papa Doc” Duvalier, un ex médico que utilizaba a agentes de la policía paramilitar secreta y explotaba la superstición popular en torno a la religión vudú.
Nacido el 3 de julio de 1951, Duvalier vivió en el centro del poder desde los 5 años, cuando su padre ganó las elecciones nacionales en la ex colonia francesa.
Gordo y de 1,82 metros de altura, con patillas largas, Baby Doc Duvalier era un hombre introvertido que no gustaba de aparecer en público.
En mayo de 1980 se casó con Michelle Bennett, una joven divorciada, en un matrimonio que pareció mejorar la relación de Duvalier con la clase media criolla descontenta con la mano dura de Papa Doc.
El joven Duvalier suprimió toda oposición efectiva durante sus 15 años en el poder hasta su derrocamiento.
A medida que aumentaban sus problemas, buscó mejorar su imagen internacional al suavizar su puño de hierro, pero sus rivales seguían siendo arrestados y solían terminar en el exilio.
Bennett se convirtió en un blanco de críticas debido a sus frecuentes viajes de compras a las tiendas más caras de Europa, aparentemente ignorando la pobreza a las afueras del palacio presidencial de Haití en el centro de Puerto Príncipe.
En 1983 Duvalier recibió al Papa Juan Pablo II en la isla, aunque el pontífice declaró que los haitianos carecían “de todo lo que permite una existencia realmente humana”.
Su dramático derrocamiento ocurrió después de dos meses de protestas generalizadas y el retiro del apoyo que su Gobierno recibía de Estados Unidos, país que lo ayudó a escapar.
Buscó refugio en Francia, dejando atrás a los haitianos felices y bailando en las calles.
Poco después de su regreso a Haití en el 2011, al instalarse en un suburbio acomodado en las colinas cerca de la capital, Puerto Príncipe, Duvalier emitió una breve disculpa a las víctimas de su Gobierno.
Las acusaciones de corrupción y abusos contra los derechos humanos que enfrentaba al volver del exilio eran seguidas de cerca por expertos internacionales que las consideraban una importante prueba para el débil sistema de Justicia de Haití después de décadas de dictadura, gobierno militar y caos económico.